Los aspectos técnicos del caso:
¿qué razones hay para votar en contra?
Actualmente, la Corte Interamericana de Derechos Humanos, presionada por el lobby abortista, está discutiendo si impone o no el aborto en El Salvador y posiblemente, en toda Latinoamérica, en el caso Beatriz. Y aunque la militancia verde lo haga parecer sencillo, votar en contra de la vida es muy difícil.
Es difícil porque Beatriz no murió por no haberse podido realizar un aborto, ni por un embarazo de riesgo ni por las secuelas de haber gestado a Leilani, su hija. Beatriz murió 4 años y 4 meses después de que Leilani naciera, por un trágico accidente de tránsito.
Votar en contra de la vida es muy difícil porque significa que la Corte avala que los grupos feministas en pos de militar la legalización del aborto, acosen a una mujer, filtren su historial clínico y violen el derecho a la privacidad de sus datos personales para convencerla de abortar.
Votar en contra de la vida es muy difícil porque la razón por la cual Beatriz podía acceder a un aborto no era el lupus que padecía ni cualquier otra causa física, sino la ansiedad provocada por los grupos abortistas que, mintiéndole descaradamente, le dijeron que si no abortaba, se iba a morir.
Votar en contra de la vida es muy difícil porque la misma Corte Interamericana, en la Opinión Consultiva 22, ya había determinado que “la Convención Americana no dejó abierta la interpretación sobre cómo debe entenderse el término persona”. Así que nosotros y la Corte sabemos que Leilani era una persona. Y si la Corte quisiera poner esto en duda, tendría que decirnos a los americanos y a todo el mundo, ¿a qué especie pertenecía Leilani?
Votar en contra de la vida es extremadamente difícil porque los grupos abortistas aseguran que Leilani no tenía derecho a nacer porque padecía una discapacidad; y para la Corte, secundar esta afirmación sería un retroceso enorme para las personas con discapacidad que hace años vienen luchando contra estereotipos estigmatizantes y la discriminación.
Votar en contra de la vida para la Corte es muy difícil, pero si hay mentiras, presiones ideológicas y económicas en juego, la injusticia se vuelve un camino fácil.